El triunfo de Ariocha es también de la medicina cubana

Con apenas seis años, la historia del pequeño Ariocha se ha hecho grande, como un claro ejemplo de la inmensidad de la Salud Pública cubana.

«El pequeño, con sus rizos dorados y ojos llenos de curiosidad, arribó al Hospital Militar Central “Luis Díaz Soto” o sencillamente del Hospital Naval, en La Habana, como le conocen los cubanos, en una fría mañana de diciembre, un día que coincidió con la celebración de la medicina latinoamericana». Así inicia su relato el usuario en Facebook Frank Enrique, que agrega, además, que su llegada no pasó desapercibida; ya que el sonido de su respiración, un jadeo angustiante que se acompañaba de un silbido penetrante, resonaba por los pasillos del hospital.

La causa era clara y alarmante: una crisis severa de asma bronquial lo había sumido en una lucha desesperada por cada bocanada de aire. La gravedad de su condición llevó al equipo médico a tomar una decisión inmediata: la ventilación mecánica era su única opción para sobrevivir.

Ariocha comenzó así una batalla de meses en el hospital. Durante su estancia, enfrentó complicaciones que parecían empeñadas en apagar su pequeña chispa de vida. Una atelectasia robó aire a sus pulmones y fue seguida por una neumonía que intensificó el peligro. Sin embargo, entre esas paredes, un equipo médico incansable —verdaderos ángeles de bata blanca— no solo luchaba contra las adversidades clínicas, sino que también se dedicaba a devolverle pequeñas alegrías. Entre medicaciones y monitores, le contaban fábulas, le cantaban y arrancaban sonrisas que iluminaban su rostro pálido.

El punto crítico llegó cuando los médicos notaron algo inusual en los persistentes silbidos del pequeño.

Continua exponiendo Frank Enrique que tras estudios detallados, descubrieron el verdadero problema: una estenosis laríngea, un estrechamiento de la laringe que amenazaba con cerrarse por completo. La urgencia de la situación demandó entonces la realización de una traqueostomía, un procedimiento de alto riesgo que era la única esperanza para salvar su vida.

El 28 de marzo, mientras aún batallaba por recuperar su salud, Ariocha cumplió siete años. Pero su día no pasó inadvertido. El personal del hospital decoró su habitación con globos de colores, le cantó “Cumpleaños feliz” y le entregó un pastel con una velita que sopló con todas sus fuerzas. En silencio, pidió un deseo. Ese día no solo marcó una celebración; simbolizó la esperanza y la fuerza que todavía lo acompañaban.

Las palabras de una enfermera resonaron con dulzura: «Queremos que te vayas a casa, Ariocha. Queremos que corras, que juegues y que llenes tu hogar de risas», frases que se convirtieron en una promesa compartida entre el equipo médico y la familia del infante.

Hoy, después de 116 días de lucha constante, Ariocha finalmente recibió su alta del hospital, en una celebración llena de abrazos y agradecimientos. Con una traqueostomía que le permitía respirar y el espíritu indomable que nunca lo abandonó, regresó a casa, rodeado del amor de su familia.

Desde la institución médica equiparon a Ariocha con herramientas vitales como una cámara espaciadora para sus medicamentos y una aspiradora para secreciones. Además, se enfocaron en preparar a su madre para ser su aliada más fuerte en el hogar. Con paciencia y resiliencia, ella aprendió cada técnica necesaria.

La satisfacción es inmensa porque el pequeño ya corre, ríe y juega. Su historia no solo es un testimonio de la fortaleza humana y el amor familiar, sino también del compromiso inquebrantable de un personal médico que combina ciencia y humanidad para regalar segundas oportunidades.

Por: Isabel Díaz González

Con información e imágenes del perfil en Facebook de Frank Enrique

Foto: Logistica de Vanguardia

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