La eterna admiración hacia quienes protegen la salud de nuestro pueblo

En marzo del pasado año, la vida de la familia de Yanilia Barrueta Díaz dio un vuelco triste e inesperado. Su hija, Helen Aurora Crespo Barrueta, una adolescente de 16 años, sufrió un accidente cerebrovascular y una encefalitis hepática, un suceso tan repentino como devastador que la dejó en un estado mínimo de conciencia. Sin embargo, lejos de sucumbir ante la adversidad, la historia de Helen Aurora es testimonio del poder de la resiliencia y el amor incondicional de una madre, así como del compromiso inquebrantable de los profesionales de la salud pública cubana.

La travesía de Helen Aurora comenzó en el Hospital Juan Manuel Márquez de La Habana, donde pasó más de un mes recibiendo cuidados intensivos. Allí, bajo la atenta supervisión de un equipo médico comprometido, cada día representaba un pequeño triunfo contra las sombras de la enfermedad.


Con el tiempo, tras superar la necesidad de ventilación y transitar por una fase intermedia de terapia, la joven fue trasladada a una sala donde la oxigenoterapia marcó el inicio de una recuperación que se extendió durante aproximadamente dos meses. Estos momentos críticos, llenos de incertidumbre, se transformaron en instantes de esperanza cada vez que se evidenciaba el más mínimo avance.

Como parte de su tratamiento es trasladada al Hospital Julio Díaz, un lugar donde la rehabilitación se convirtió en el pilar fundamental para devolver a Helen Aurora parte de su vitalidad. Allí, el equipo de profesionales desplegó una variedad de terapias: desde ejercicios de fisioterapia hasta innovadoras técnicas como secciones de ozono, magnetoterapia, logopedia y terapia ocupacional.


Cada intervención fue meticulosa, cada sesión, un paso firme hacia el progreso, y el amor y entrega de los galenos un ingrediente esencial. De una situación en la que la joven apenas abría los ojos, ha alcanzado un estado en el que se perciben avances diarios y se vislumbra un futuro lleno de posibilidades.

En su nombre, Yanilia, su mamá, con el corazón henchido de gratitud, resalta el extraordinario compromiso y la calidez humana del equipo médico. “No tengo palabras como madre para expresar todo el agradecimiento que siento por esta institución”, declara emocionada, haciendo especial énfasis en la labor de los médicos, enfermeros, fisioterapeutas, logopedas y todo el personal técnico que ha acompañado a su hija y a otros niños que permanecen en el centro hospitalario, con el mismo amor y consagración.


Su testimonio no deja lugar a dudas: en un contexto de adversidad y carencias, marcado por la cruel política de bloqueo impuesta por el Gobierno de Estados Unidos hacia la Isla, la labor de la salud pública cubana resalta por su excelencia y entrega, sensibilidad y humanismo.

Autora: Isabel Díaz González

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