Doctor Ronald Hernández Torres: Médico y narrador de la lucha cubana contra el ébola

Voces del Henry Reeve X

La noche de octubre de 2014 en la que una brigada Henry Reeve partió hacia Liberia, desde el Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, quedará marcada para siempre en la memoria de esta periodista. Cuba respondía al llamado de Ban Ki-Moon, Secretario General de la ONU, y de Margaret Chan, Directora de la Organización Mundial de la Salud, ante la amenaza incontrolable del ébola. A la izquierda de la escalerilla, el General de Ejército Raúl Castro y otros altos dirigentes ofrecían palabras de aliento a aquellos hombres que se embarcaban hacia lo desconocido.

Ronald Hernández Torres era uno de los “fortachones”  serenos y cálidos que ascendían. Sin detenerse,  me lanzó una promesa que se quedó flotando en el aire de su derecha: “¡Nos vemos al regreso!”. Y así fue. Cruzó mares, cielos y continentes. Y de  vuelta trajo  una historia auténtica que merece ser contada:

Periodista (P): Enfrentar una enfermedad tan letal, ¿qué desafíos entrañaba?

Ronald (R): El ébola era un enemigo brutal y silencioso. Su mortalidad era un fantasma imparable que devoraba vidas. El sistema de salud de Liberia estaba colapsado. El hospital en la capital Monrovia, la última esperanza de tantos, había sido cerrado, pues casi todo su personal había sucumbido al virus. Tuvimos que resucitarlo, reconstruirlo, convertirlo en un refugio de vida en medio del miedo.

Cuba nos preparó bien. Estuvimos semanas en la Unidad Central de Cooperación Médica, en el Instituto de Medicina Pedro Kouri, y en otras instituciones. Frente a nosotros, estuvieron los  mejores especialistas, apoyados por la OMS.

Pero la incertidumbre que vivíamos era indescriptible. No la exteriorizábamos, pero la sentíamos. Por eso nos cuidábamos hasta en el más mínimo detalle. Nos vestíamos frente al espejo, bajo la mirada atenta de otros compañeros. Cada movimiento y cada gesto estaban marcados por la muerte que acechaba. El protocolo de desvestirse al salir de la unidad era también,  más que una obligación: un acto de supervivencia. El riesgo de contagiarnos estaba latente, pero nunca vacilamos. La vida de los pacientes estaba en nuestras manos. Cada segundo contaba.

Los pacientes en estado terminal sangraban por todos los orificios posibles, recuerdo que en una ocasión ingresamos a una musulmana, alta, muy elegante,  con los ojos verdes como único signo de su identidad. Al día siguiente, la muerte nos la arrebató y  fue terrible la forma en que lo hizo.

P: Todos le reconocen como médico, pero en Liberia también se convirtió en narrador de la lucha contra el ébola. ¿Cómo surgió esa doble misión?

R: Como a los diez días de estar en Liberia, una periodista italiana me preguntó si era cierto que había cubanos enfrentando el ébola en África. Fue entonces cuando entendí que nuestra historia debía salir del silencio. Nadie, en ninguna parte del mundo, podía imaginar lo que vivíamos  nosotros y las brigadas que permanecían en Sierra Leona y Guinea Conakry. Comencé a escribir en mis redes sociales mis relatos, que fueron publicados en Cubadebate y otros medios. Después de mi jornada con los enfermos, echaba a un lado el cansancio y me dedicaba a reportar  el acontecer de la brigada,  y compartía fotos para que sus familias en Cuba pudieran ver lo que estábamos viviendo.

P: El 7 de enero del 2015 por ejemplo compartió en su página de Facebook: «Esto es tan emocionante que no importan las malas noches, ni el peligro al contagio. Hoy más que nunca nos sentimos orgullosos de ser profesionales de la salud y estar aquí ayudando a este pueblo. Con mirar la alegría de esos rostros y saber por qué, es suficiente».

R: Ese fue un mensaje en el que daba a conocer que ocho pacientes aquejados con el virus del ébola, ingresados en la Unidad de Tratamiento, habían sido dados de alta.

Era una recompensa al trabajo que realizábamos los 53 profesionales cubanos de la salud que laborábamos en esa unidad, y también para los galenos de otros países que luchaban contra esta epidemia junto a nosotros.

Era una alegría compartida por todos en la unidad, en un día en el que como es habitual, desde muy temprano, los enfermeros preparaban el medicamento para cada paciente y todos nos disponíamos a salvar vidas

P: ¿Qué repercusión tuvo su voz a nivel internacional?

R: Recibí mensajes de todo el mundo. Muchos me dijeron que nuestras historias les habían abierto los ojos. Cuba no solo enviaba médicos; enviaba un ejemplo de valentía, ante el horror de aquel mal. Contar nuestra verdad rompió prejuicios y mostró la preparación de nuestra brigada.

Al regresar, me nombraron Miembro de Honor de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC).

P: ¿Cómo reaccionaron las autoridades de Liberia ante el desempeño de ustedes?

R: El 16 de marzo del 2015  las autoridades liberianas, junto con representantes de la ONU y la OMS, rindieron homenaje a la Brigada Médica Cubana Henry Reeve. Liberia llevaba ya 18 días sin nuevos casos de ébola, un indicio de esperanza en medio del terror. La brigada cubana había salvado más de 50 vidas y realizado más de 6,000 procedimientos médicos en la Unidad No. 1 de Tratamiento del ébola en Monrovia. La ministra de Salud de Liberia, con lágrimas en los ojos, expresó: “Ustedes demostraron que son verdaderos amigos”.

Fue un homenaje no solo a nosotros, sino a la esperanza misma.

P: ¿Qué significa para ud. ser parte de esa brigada y haber contado su historia?

R: Pertenecer a la Brigada Henry Reeve es un honor que permanece en el alma. El combate al ébola cambió no solo la vida de los liberianos, sino también la visión del mundo sobre Cuba. Incluso figuras como el Exsecretario de Estado  de EE. UU. John Kerry, reconocieron la magnitud de nuestra misión, al decir que Cuba “pegaba muy por encima de su propio peso”. El que sabe un poquito de boxeo sabe qué significa eso.

P: Ha cumplido otras misiones. ¿Cómo le ha afectado estar lejos de su familia tanto tiempo?

R: He cumplido cinco misiones internacionalistas: en Honduras, Venezuela, Liberia y Brasil. Estar lejos de la familia tiene un precio altísimo. Perdí los mejores años con mis hijos, y dejé de estar con mis padres y hermanos. No me arrepiento porque  me entendieron siempre,  y fue y es un motivo de orgullo para ellos. Cada generación tiene un momento histórico que vivir. Nosotros no luchamos en la Sierra Maestra ni en Girón pero las misiones internacionalistas son la máxima expresión de humanismo y de solidaridad.

Hoy soy Director de la Empresa Unidad Estatal Básica Mayorista de Medicamentos (EMCOMED) en Las Tunas.

La imagen de Ronald despidiéndose en la escalerilla del avión sigue viva en mi memoria. Ese adiós no solo marcaba su partida, sino un pacto con lo mejor del ser humano. Ronald salvó vidas en África; y se convirtió en una voz que llevó al mundo el pulso de Cuba. Su historia es un recordatorio eterno de que la verdadera grandeza no se mide en poder ni riquezas, sino en el compromiso desinteresado con los demás, incluso en las circunstancias más oscuras.

Periodista: Mylenys Torres Labrada

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