“Con el escudo o sobre el escudo”: la Dra. Marcy Calderón y el Henry Reeve

Corría el año 2005 cuando el huracán Katrina devastó Nueva Orleans. El mundo miraba atónito; Cuba, en cambio, actuó. A instancias del Comandante en Jefe Fidel Castro, se creó el Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias “Henry Reeve”.
La Dra. Marcy Calderón fue parte activa en ese nacimiento. Prestaba servicios en las oficinas para temas de salud en el Consejo de Estado, por lo que estuvo atenta a cómo se fraguó todo. Luego su mochila recorrió caminos devastados, junto a brigadas Henry Reeve en Pakistán, Nepal y Bolivia.
Periodista(P): ¿Qué recuerda de las indicaciones de Fidel sobre la preparación de las brigadas?
Marcy(M): Fidel estaba atento a cada detalle. En la preparación de las mochilas de los cooperantes, por ejemplo, insistía en que tuvieran medicinas y alimentos, y entre éstos, el chocolatín, porque nos daba calorías para combatir el frío en los países donde íbamos a trabajar. Eso me marcó mucho: ese cuidado y esa precisión.

Nos llamaba el “ejército de la batalla por la vida”. Él despedía personalmente a cada brigada, se tomaba fotos que luego hacía llegar a cada colaborador y conversaba con nosotros como si fuéramos familia.
P: ¿Podría compartir alguna anécdota que refleje ese vínculo especial con Fidel?
M: Sí, una muy especial fue cuando me enviaron a Pakistán en 2005. Fui la última en montarme en el carro para ir al aeropuerto, y Fidel me dijo al oído: “escudo o sobre escudo”, mientras ponía sus manos una sobre otra. Al principio no entendí. Luego supe que esa frase viene de los gladiadores y significa que debíamos regresar victoriosos o no regresar, pero siempre con dignidad y valentía. Eso me acompañó siempre.

Esos encuentros eran energizantes, conversaba como si fuéramos su familia, y al verlos se atrevía a identificar, por la fisionomía, de qué provincia cubana eran. Se fijaba en todo: al saludar a una doctora en una despedida le dijo que el adorno que tenía en la nariz era indú… A mí, en una ocasión, me preguntó si el pulso que traía lo había comprado en Timor Leste (me había mandado a una misión a ese país), y sí.
Preguntaba mucho. Un día indagó acerca de cuántos kilovatios de corriente eléctrica consumían en el país donde estaba una brigada… nadie sabía… y dio una clase sobre eso. Aconsejaba y orientaba que respetáramos las costumbres del país en que nos encontráramos y que fuéramos siempre moderados. Su liderazgo era muy humano, pero también riguroso.
P: ¿Cuáles fueron algunas de las misiones más desafiantes en las que participó como integrante del Contingente?

M: Estuve en Pakistán en 2005 tras un terremoto, en Nepal en 2015 por otro desastre similar, y en Bolivia durante las inundaciones en cuatro estados. En Bolivia, además, llevé un mensaje personal de Fidel a Evo Morales y coordiné la distribución de brigadas desde Cochabamba. Cada lugar tenía sus retos: desde el frío extremo, los caminos peligrosos, hasta los incidentes del día a día. Lo difícil me reta, y al domar lo difícil, ya no es.
P: Más allá de los desafíos técnicos, ¿qué es lo más hermoso de esta obra humana?
M: La hermandad que se establece entre nosotros y con las comunidades locales. No es solo medicina, es un lazo humano profundo, que fortalece el sentido de solidaridad y esperanza.

P: ¿Qué legado cree que deja el Contingente Henry Reeve y su experiencia como fundadora?
M: El contingente es símbolo de dignidad, valentía y amor por el mundo. Fidel nos preparó con cariño y exigencia a la vez, y yo me siento honrada de haber estado en la savia primera de este ejército de vida. Con el escudo o sobre el escudo, (como él me dijo), siempre
Por Mylenys Torres