Aprender a convivir con Parkinson
La enfermedad de Parkinson es un trastorno del movimiento, que se caracteriza por la lentitud en el accionar de su portador, rigidez muscular, temblor de reposo (más pronunciado de un lado que de otro) y falta de equilibrio, fundamentalmente. Aunque es válido señalar, que el 30 por ciento de las personas que padecen este mal no desarrollan temblores.
A estos se agregan síntomas secundarios como:
- La letra pequeña
- Habla suave y amortiguada
- Reducción de la amplitud de movimiento del brazo en el lado afectado
- Pasos cortos
- Disminución del parpadeo y la frecuencia para tragar
- Baja presión sanguínea
- Estreñimiento
- Piel reseca y con caspa
La naturaleza y severidad de los síntomas y la evolución que alcanzan con el tiempo, varían enormemente de un individuo a otro y, difícilmente un paciente diagnosticado manifiesta o desarrolla todo el cuadro descrito.
La causa de la enfermedad es desconocida, pero tiene una patología muy bien definida y no es más que, la degeneración de las células del cerebro, principalmente en la región central conocida como sustancia negra.
Precisamente la falta de esta sustancia causa la mayoría de los síntomas de la enfermedad y los medicamentos que se administran van encaminados a restituir temporalmente esa carencia.
El tratamiento para controlar el Parkinson es totalmente individualizado, tomando en cuenta las características de cada persona, su nivel de incapacidad, la relación entre beneficio-riesgo y la evolución de cada uno. Además de la terapia farmacológica deben tenerse en cuenta:
- El conocimiento que tiene el paciente sobre su enfermedad
- El apoyo psicológico
- La orientación de ejercicios específicos
- La nutrición
Además se pueden aplicar otras técnicas como: las fisioterapias, logopedia, terapia ocupacional y psicoterapia.
La administración, bajo prescripción médica, de un medicamento conocido como Levodopa, es el agente más eficaz para controlar el Parkinson. Sin embargo, algunos síntomas no responden muy bien a esta medicina, tales como: la falta de equilibrio, el impedimento del habla, la disfunción sexual (cuando existe), las sudoraciones excesivas, el estreñimiento, la depresión, la ansiedad o la demencia.
Los medicamentos deben ingerirse alejados de las comidas, triturados, junto a un vaso lleno de agua o una infusión caliente, para mejorar su absorción. Pueden tener efectos secundarios pasajeros, que disminuyen con el tiempo, como son náuseas, vómitos o falta de apetito.
Algunos consejos a los pacientes con Parkinson
- Si sienten mareos al realizar movimientos rápidos, cambiar de posición lentamente, aumentar los fluidos, la sal y la cafeína en la dieta, levantar las piernas algunas veces durante el día.
- Si hablamos de problemas gastrointestinales, no administrar Metoclopramida, evitar los lavados y laxantes contra el estreñimiento, y aumentar las fibras vegetales en las comidas.
Más que temerle al Parkinson, lo aconsejable es mantener una actitud positiva en la lucha por controlarlo y convivir con este padecimiento. Los parkinsonianos deben tener un adecuado conocimiento de su enfermedad al igual que sus familiares y amigos cercanos, para distinguir por ejemplo, entre un temblor y los movimientos involuntarios, que pueden producirse incluso, como consecuencia de algún medicamento.
Deben saber comunicarle al médico las incapacidades funcionales que lo aquejan, pues el diagnóstico del Parkinson es totalmente clínico, no lleva estudios complementarios. De ahí la importancia de la relación paciente-médico-familiares-amigos.
Esta enfermedad progresiva, puede hasta incapacitar laboralmente al paciente, pero siguiendo una estrategia terapéutica adecuada, es posible prolongar la calidad de vida de los pacientes por mucho tiempo. No pierda la esperanza, aprenda a convivir con este padecimiento.