“En el Pico, juramos servir”: Conversación con el Dr. Cs. José Hurtado, uno de los médicos graduados junto a Fidel

El 14 de noviembre se cumplen 60 años de la histórica graduación del primer curso de médicos formados íntegramente por la Revolución, en una ceremonia única encabezada por el comandante en jefe Fidel Castro en el Pico Turquino, la mayor elevación de Cuba.
A seis décadas de aquel juramento, conversamos con el Dr.Cs. José Domingo Hurtado de Mendoza Amat, profesor consultante de Anatomía patológica del Hospital Naval “Dr. Luis Díaz Soto”, testigo y protagonista de ese momento fundacional de la medicina revolucionaria cubana.
—Doctor, ¿cómo recuerda aquel momento histórico de la graduación en el Pico Turquino junto a Fidel Castro?
Fue un acontecimiento inolvidable. Fidel no solo aprobó nuestra propuesta de realizar la graduación en el Pico Turquino, sino que la organizó, la dirigió y nos acompañó desde el tren de ida hasta el final. Aquella ceremonia fue un símbolo del compromiso de los nuevos médicos con la patria y con la Revolución. Este año celebramos con orgullo su 60 aniversario, coincidiendo además con el centenario del natalicio de Fidel.
—Usted formó parte del primer curso de médicos formados íntegramente por la Revolución. ¿Qué significó eso en aquel contexto?
Fuimos el primer curso de médicos de la Revolución, y eso marcó profundamente nuestra formación. Comenzamos en septiembre de 1959 más de mil estudiantes; muchos provenían de familias acomodadas que veían en la medicina una fuente de lucro. Pero la lucha de clases dentro de la Universidad transformó esa realidad.
Los estudiantes revolucionarios asumimos la dirección de las asociaciones y participamos activamente en el cogobierno de la Facultad y de la Universidad. De esa efervescencia nacieron el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y la AJR, que luego se integraron a la UJC.


—¿Cómo fue la participación de su curso en los procesos revolucionarios de aquellos años?
Nuestra generación no solo estudió medicina: vivió la Revolución desde las aulas y desde el combate. Participamos en la creación de las milicias universitarias, en la lucha del Escambray, y en Playa Girón, donde cayó nuestro compañero Pedro Borrás Astorga, el primer mártir de nuestro curso.
Fidel entregó a sus padres su título de Doctor en Medicina junto con los otros ocho primeros expedientes del grupo.
Luego perdimos a otros tres compañeros —Miguel Zerquera Palacios, Martín Chang Puga y Raúl Currás Regalado—, que dieron su vida como médicos internacionalistas en África. Nuestro curso aportó la mitad de los mártires del martirologio médico internacionalista cubano.
—En aquel acto se pronunció un juramento muy especial. ¿Qué significado tuvo y conserva hoy?
Ese juramento médico revolucionario fue una declaración de principios. Ratificamos entonces:
- Nuestra renuncia al ejercicio privado de la profesión.
- El compromiso de servir al pueblo con sacrificio y entrega, demostrado una y otra vez.
- La disposición permanente de brindar ayuda médica y científica a otros pueblos del mundo.
- Y la decisión de defender con nuestras vidas esta Revolución.
Fue un compromiso ético, político y humano que sigue guiando a los médicos cubanos dondequiera que estén.
—Después de tantos años, ¿cómo ha continuado su labor profesional?
Tras mi licenciamiento militar, continué como profesor consultante de Anatomía Patológica en el Hospital Naval “Dr. Luis Díaz Soto”. Hoy, con 85 años, imparto clases a cadetes, participo en tribunales académicos y mantengo una intensa labor científica.
He publicado 144 trabajos, entre ellos siete libros, dos de los cuales están disponibles en el sitio web de la Sociedad Cubana de Anatomía Patológica (SCAP). La docencia me mantiene activo; enseñar y aprender son actos que no se detienen nunca.
—¿Qué legado cree que deja su generación a los médicos de hoy?

El amor a la profesión. La medicina exige entrega total. Toda carrera requiere vocación, pero la nuestra está directamente vinculada al dolor ajeno. Por eso siempre repito:
“El médico tiene que amar su profesión. Todo lo que se haga en esa dirección es poco. AMOR, esa es la clave.” Ese espíritu de servicio y humanidad es el mayor legado que podemos dejar a las nuevas generaciones.
—¿Cómo se refleja hoy la huella de aquel primer curso revolucionario?
Nos sentimos orgullosos de lo alcanzado. De los más de 400 graduados, incluidos estomatólogos:
- 107 fueron internacionalistas en más de 50 países.
- 124 alcanzaron categorías docentes.
- 28 obtuvieron categorías de investigador.
- 38 recibieron categorías científicas.
- 52 ocuparon cargos directivos en hospitales y centros asistenciales, incluyendo fundadores de institutos y 3 viceministros.
- 11 asumieron responsabilidades políticas, entre ellos 3 diputados.
- Y 4 fueron reconocidos como Héroes del Trabajo de la República de Cuba.
Todo eso demuestra que el juramento que hicimos en el Pico Turquino, donde la Patria se eleva hasta tocar el cielo, no fue solo palabras, sino una forma de vida.
Sesenta años después, aquel juramento sigue latiendo en las manos y la conciencia de quienes, como el Dr. Cs. José Hurtado, hicieron de la medicina un acto de amor y de lealtad a su pueblo. Su historia no solo evoca el pasado glorioso de la Revolución, sino que inspira a las nuevas generaciones a mantener vivo el compromiso de sanar, enseñar y defender la vida, dondequiera que un cubano lleve su bata blanca.
Por: Mylenys Torres






