Certezas de la COVID-19 tras 16 meses en Cuba
Durante más de16 meses los profesionales de la salud del país han lidiado con el enorme reto que representa la pandemia de la COVID-19, que puso a prueba las capacidades de los sistemas sanitarios del mundo en materia de diagnóstico, tratamiento y seguimiento de los pacientes.
Aún son muchas las interrogantes que se ciñen acerca del SARS-CoV-2, a pesar de que la ciencia da pasos agigantados en aras de conocerlo y poder controlar los constantes rebrotes.
Sobre algunas de las certezas que se tienen de este patógeno, altamente transmisible,el doctor Narciso Argelio Jiménez Pérez, especialista en Medicina Interna, Intensiva y Emergencia, e infectólogo del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), ofreció algunas declaraciones.
COVID-19: más que un catarro
Luego de tantos meses, diagnosticar un paciente COVID-19 por sus manifestaciones clínicas resulta complicado, porque el resto de las enfermedades no han dejado de existir y en este contexto de pandemia hay síntomas distinguibles, pero otros son muy comunes.
No obstante, si se piensa solo en manifestaciones respiratorias se dejarían de diagnosticar muchos casos, porque hay personas que solo manifiestan mareos y diarrea antes de la fiebre, mientras que otros pueden tener escalofríos, dolor de garganta o lesiones en la piel. Estas últimas aparecen en momentos diferentes de la evolución de la enfermedada partir de varios patrones.
Una investigación realizada en el IPK –para medir el impacto del coronavirus en egresados de la institución– evidenció que el 47 por ciento de los pacientes tuvieron un patrón maculopapular (conocido como rash y parecido al del dengue)que puede aparecer hasta tres semanas después de la infección.
Existe otro patrón que surge de manera más temprana y simulala varicela, aunque se diferencia en que todas las lesiones son del mismo tamaño.También están los habones urticarianos (como si estuvieran intoxicados) y lesiones violáceas en la piel ovasculitis, las cuales pueden resultar indistinguibles debido a las múltiples causas de la inflamación de los vasos pequeños.
El SARS-CoV-2 es un virus sistémico
Está demostrado que el SARS-COV-2 está presente en muchos órganos. Las manifestaciones respiratorias son más comunes al ser el aparato respiratorio la puerta de entrada al organismo, aunque existen receptores en todos los sistemas por los cuales entra a la célula y se une a ella.
A pesar de que más del 80 por ciento de los infectados eliminan el virus de su organismo, muchos llegan a la convalecencia manteniendo síntomas de la enfermedad y secuelas tanto neurológicas, pulmonares, cardiovasculares, renales y psicológicas que pueden extenderse durante seis meses o por más de un año.
Los convalecientes no son inmunes
Existen evidencias científicas de que las personas recuperadas pueden reinfectarse, riesgo que aumenta con la aparición de nuevas variantes genéticas.
A partir del seguimiento a los convalecientes se ha evidenciado que muchos no desarrollan anticuerpos frente al virus, sin embargo tienen respuesta de memoria de linfocitos B y T,que de ponerse en contacto con él se reactiva la respuesta de anticuerpos.
El SARS-COV-2 ha cambiado
En el país hay un empeoramiento en cuanto a la incidencia de la enfermedad, lo que hace que aumenten los casos graves, críticos y los fallecidos. En este incremento influye la presencia de las variantes Beta y Delta que son más transmisibles y provocan cuadros más graves de la enfermedad, lo que pudiera explicar los fallecimientos de personas jóvenes y sin comorbilidades.
Las mutaciones son modificaciones que realiza el virus para mejorar su eficacia al adherirse al receptor e infectar a un mayor número de células, por lo que las personas tienen más carga viral y eso incrementa la probabilidad de una evolución menos favorable.
Aunque la variante puede ser muy virulenta, si se cumple con el uso correcto de la mascarilla sanitaria y las medidas higiénicas y de distanciamiento, es más difícil que se propague porque existen barreras de contención.Por lo general, las personas ven en el otro la responsabilidad del cuidado y eso es algo quenos corresponde a todos.
La evolución de los pacientes también se ha modificado
La COVID-19 es una enfermedad viral que funciona por fases, es decir, tiene una primera semana que se conoce como de replicación viral o infección temprana y luego viene otra semana donde aparece la neumonía, las complicaciones y la gravedad.
Teníamos marcado que alrededor de los ocho días las personas infectadas que iban a presentar una peor evolucióncomenzaban con disnea, saturación de oxígeno, además de los síntomas habituales. Para los 10 días se trasladaban a terapia intensiva con una respuesta inflamatoria exacerbada y a las 48 horas iniciaban con ventilación mecánica. Sin embargo, ese orden cronológico se ha modificado.
Hemos tenido pacientes que al día 13 o 14 –cuando se supone que el organismo realizó la seroconversión al desarrollar anticuerpos contra el virus–transitan hacia formas graves de manera tardía, por lo que no tienen un comportamiento igual y el virus se replicó más en ellos, de ahí que su evolución sea menos favorable.
La detección temprana y el estado clínico de los pacientes marcan la diferencia
Nosotros no tratamos un PCR (Reacción en la Cadena de la Polimerasa), sino a una persona, esa es la prueba confirmatoria por excelencia y forma parte de los exámenes complementarios, pero lo fundamental es el pensamiento médico y las evidencias clínicas y epidemiológicas de COVID-19, más cuando se trata de contactos de casos confirmados.
Es determinante acudir a las instituciones de salud ante cualquier síntoma, y es que en el desarrollo de una enfermedad infecciosa influyen muchos factores: el agente, el estado de la persona, sus comorbilidades y las circunstancias ambientales y socioeconómicas que ubican a los pacientes en una posición de ventaja o desventaja.
Asimismo, estas condicionantes repercuten en la posibilidad de una recaída, al evidenciarse mejoría y luego volver al punto inicial –proceso que ocurre con otras enfermedades como el paludismo–, también puede ocurrir una recrudescencia al mantenerse en un punto medio y después empeorar, además de la mencionada reinfección con el SARS-CoV-2.
Esta reinfección puede ocurrir como mínimo a los tres meses de padecerlo y no es el caso de los PCR persistentes. Una persona puede tener un primer PCR evolutivo negativo, luego realizarse otro y encontrarse positivo y resulta normal, pues esas pruebas detectan ácidos nucleicos del virus y la media de negativización es 21 días.Para considerarse un PCR como persistente debe mantenerse por periodo superior a ese tiempo.
Lic. Sheila Noda Alonso
Periodista de la Agencia Cubana de Noticias. Licenciada en Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana (2020). Colaboradora del sitio web del MINSAP.