Doctor Efrén Acosta Damas: “Cada vida salvada es un mensaje suyo que seguimos cumpliendo”

Cuando le pedí al Dr. Efrén Acosta Damas que me contara historias de su relación con Fidel Castro, nunca imaginé que el relato que escucharía tendría la gracia, la viveza y el detalle de quien ha aprendido a narrar no solo con la memoria, sino con el corazón.

Quizás sean los genes compartidos con su hermana Maribel, periodista encumbrada de la patria, o tal vez la sensibilidad que acompaña a quienes dedican su vida a servir a los demás. Lo cierto es que Efrén tiene el don de convertir cada recuerdo en una escena que respira, en la que los mapas, las decisiones y los pueblos lejanos aparecen frente a los ojos de quien le oye, y donde Fidel siempre está allí, cercano, vigilante y sabio, incluso en los momentos más difíciles.

Honduras: la evacuación imposible

Recuerdo, cuando era el jefe de la misión médica cubana en Honduras (2002-2006), una llamada suya. Dieron a Cuba un plazo para retirar la brigada por las presiones del entonces presidente Ricardo Maduro y, obedeciendo las indicaciones yanquis de terminar la colaboración, nos llamó y me pidió preparar tres variantes de evacuación: un mes, una semana o veinticuatro horas.

Le expliqué que esta última casi era imposible, pues teníamos 27 colaboradores dispersos en la selva hondureña y su traslado sería difícil. Me dijo:

—Tengo aquí un mapa de Honduras, búscate uno.

Eran como las once de la noche y aún estaba en la oficina.

—Tengo uno enfrente, comandante —contesté.

—Entonces dime dónde están nuestros médicos.

Le fui comentando cada posición y me preguntó cuál era la división entre Honduras y Nicaragua. Le expliqué que era el río Coco-Segovia, y me dijo:

—Entonces, chico, ¿cuánto tiempo demoras en ponerlos del otro lado del río?

—Bueno, jefe, seis horas.

—¡Entonces sí podemos! —exclamó.

Esa era su genialidad, su visión y su capacidad para mostrar el camino y vencer. Aquello terminó en 72 horas, con una alocución en la televisión hondureña del presidente, quien, impulsado por la presión popular, extendió por un año más la misión.

El accidente: Fidel y su humildad infinita

Tuve un accidente de tránsito en Honduras, quedé hecho leña. Enviaron un avión a buscarme; de ahí, al Hospital Hermanos Ameijeiras, en La Habana. Estuve 18 días allí, ya operado y rehabilitándome. Todas las noches venía el coronel Piloto, director del hospital por aquel entonces, a visitarme. Era toda profesionalidad, siempre preguntaba muchos detalles.

Aquello me pareció extraño al quinto día y, con mi jovialidad característica, le dije:

—Hermano, ¿qué haces todos los días aquí? Tú no me quieres tanto.

Entre risas me comentó:

—Nada, hermano, es que debo pasar un parte todos los días al Comandante sobre tu recuperación y evolución.

Me desplomé. Cuando se fue Piloto, me quedé con mil imágenes en la mente. Pensaba: qué grande es Fidel, en medio de tantas responsabilidades, en tantas batallas internacionales, en tantos programas para nuestro pueblo, estar pendiente de mí. Solo él, con su compromiso como el más humilde de los cubanos, lo hace. Ese gesto me marcó para toda la vida.

Ahí reafirmé mi decisión de serle fiel hasta la muerte.

La recuperación: regreso a la misión

Un año después de mi accidente, y aún en plena recuperación, todavía no caminaba. Fue en enero de 2004, en una reunión de trabajo, cuando él chequeaba el número de plazas que se entregarían a los países que serían parte de la Escuela Latinoamericana de Medicina. Mencionaron a Guatemala, Haití, Nicaragua… y para sorpresa de todos, cuando tocó Honduras, su pregunta fue:

—Antes de abordar otro tema, ¿cómo sigue el jefe de la Misión de Honduras?

Todos los presentes quedaron atónitos. La doctora Yilian, viceministra del MINREX que atendía la cooperación, respondió:

—Muy bien, comandante, ha evolucionado muy bien.

Él replicó:

—Si está tan bien, ¿por qué no está en Honduras?

Yilian respondió:

—Jefe, hay un vuelo el 23 de enero, y ahí se va.

—Ah —exclamó, y siguió su chequeo.

En la tarde recibí varias llamadas del ministro de Salud y de otros funcionarios que me comunicaban que debía volar el 23 de enero. Ese día llegué a Honduras con mis muletas, que usé por más de seis meses, y comencé de nuevo al frente de la misión.

Pakistán: la preocupación de un padre

Cuando ocurrió el terremoto en Pakistán, muchos miembros del Contingente Internacional Henry Reeve partieron hacia ese país. Él despidió cada una de las brigadas, explicó lo duro de la tarea, preguntaba cada detalle de lo que llevarían, de su salud, del cuidado a tener; hablaba del frío, de los nuevos retos. Todo eso fue en el Palacio de la Revolución.

Cuando salimos de allí, me dirigí al aeropuerto donde se cargaba un IL-62M con todo lo necesario para la logística de la misión. Cerca de las tres de la madrugada llegó con el general Acevedo a revisar la carga. Insistía mucho en el chocolatín para el frío y otros insumos. Ahí piensas: qué preocupación por los suyos, era como un padre cuidando de sus hijos.

De cada tarea, una lección de vida

Desde que me gradué he ocupado muchas responsabilidades. Todas tienen su encanto, cada una su momento histórico, su porqué; cada una se desarrolla y tiene motivaciones distintas. Cuando llego, no me preocupa cambiar el equipo de trabajo, ni el buró, ni las reglas: eso la vida lo va decidiendo. Me enfoco en transformar, crear, diseñar obras que perduren para bien, obtener resultados, ser útil, preparar la continuidad, y eliminar viejos vicios, impregnar belleza no solo a lo material, sino también al alma.

Pero, siendo muy sincero, haber dirigido la Unidad Central de Cooperación Médica (2006-2008) me permitió una formación muy completa, me acercó a los líderes de la Revolución, me hizo madurar y ser mejor revolucionario. Solo me queda un sueño por cumplir: abrazar a Raúl. A pesar de estar en múltiples ocasiones en reuniones con él, nunca lo he podido saludar. Está fuerte como Jiquí, así que espero que se cumpla mi deseo.

La tarea más difícil fue cuando dirigí el Hospital Salvador Allende (2008-2012), en la capital. Brindar satisfacción con excelencia, mantener equipamiento con recursos limitados, garantizar procesos formativos, la estabilidad y el seguimiento en consultas y cirugías, las inversiones y la sostenibilidad de esa instalación de más de 120 años, fue un verdadero reto. Pero también lo adoré, porque cerró el círculo de mi carrera administrativa.

Haití: la impronta de Fidel

Desde estos años como jefe de la misión médica cubana en Haití (2023-actualidad), por lo que he estudiado de historia, puedo decirte que Fidel amaba a este país y a su gente. Conocía sus costumbres y su historia, sabía cómo ayudar, estaba al tanto de sus necesidades y prioridades. Insistía en organizar programas para el desarrollo, atendía a sus líderes, y propició una amplia colaboración entre las dos naciones en educación, salud, recursos hidráulicos, pesca, construcción…

En estos días estuve con el expresidente Jean-Bertrand Aristide, quien se refirió a Fidel como su hermano, me contó muchas anécdotas, entre ellas que le impacientaba “la calma haitiana”. Él se reía y reconocía la velocidad con que Fidel andaba; todo debía ser ágil, siempre pensando en sanar un pueblo tan maltratado.

Hoy hemos creado, por primera vez, consultorios médicos comunitarios, programas epidemiológicos para enfrentar arbovirosis y rabia, vertederos rústicos para organizar el medio ambiente que causa muchas enfermedades; inauguramos el primer laboratorio de entomología del país para estudiar la fauna vectorial y estamos en vías de comercializar productos de la biotecnología cubana. Retomamos la Operación Milagro, obra de su genialidad.

Sin dudas, hubiera disfrutado mucho estas cosas, les pondría su siempre útil impronta y nunca apartaría la vista de este tan cercano y amigo pueblo. Y en eso pensamos, (cuando la complejidad del día a día nos exige de un gran esfuerzo), en que cada vida salvada es un mensaje suyo que seguimos cumpliendo.

Para mí, hablar de Fidel es un privilegio: es conversar de quien formó nuestro carácter en una profesión tan noble como ser médico.

Texto y foto: Mylenys Torres Labrada

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